Hay gente a la que no le molan los gatos porque dicen que siempre van a lo suyo. Tienen razón. Es que son gatos, y van a lo suyo. Y por eso son fundamentalmente sinceros y muy suyos. También los perros, pero al modo perro.
Cuando llego a casa, los gatos me esperan en el recibidor, por tres motivos muy interesados:
- Tienen hambre y quieren comida
- Tienen sed y quieren agua limpia
- Llega la jefa y quieren cariño y mimos
Muy bien. Para eso están los gatos. Yoshi hace caballitos para que le acaricie; Louise se frota contra los muebles y me pone caritas cómplices; Thelma chilla; y Morcillas se digna dejarse caer por ahí para ver qué se cuece. Es lo que yo espero de ellos; es lo que ellos esperan de mi.
Si no hay comida, ni agua, ni mimos por cualquier circunstancia, no importa. Yoshi y Louise, y seguramente Thelma, me pedirán cariño y vendrán al sofá conmigo al cabo de un rato; y si entro al trapo y les rasco o acaricio, me hociquearán o lavarán un poco. Y si ven que me muevo, insistirán en lo del agua y la comida. Es un toma y daca muy interesado. Yo les doy comida, ellos me dan cariño, si a ellos les apetece y cuando les apetece; lo mismo con la bebida y las caricias. Pero es que les suele apetecer. Hasta la mala de Morcillas a veces se deja acariciar bastante rato, y echa maulliditos de gusto.
Eso es lo que yo espero de los gatos; eso es lo que esperan de mi. Tarde o temprano, y normalmente es más temprano que tarde, las cinco partes lo obtenemos; y por eso, con frecuencia mis gatos me miran y me sonríen, y yo les miro y les sonrío. Vale, supongo que somos bastante gilipollas y bastante babosos. OK. A nosotros nos mola. Y vamos a seguir intercambiando feromonas.