martes, 12 de agosto de 2008

XXI TRAVESÍA DE PÁLMACES

Lo cierto es que llevaba buena parte de junio y casi todo julio con una buena sobrecarga en el hombro derecho, así que de entrenar ni medio seriamente es que ni hablamos, máxime si tenemos en cuenta que la lesión en la cadera me impedía hacer ningún tipo de viraje ni volteo ni, en general, impulsarme en la pared de una piscina. Así que únicamente nadar en aguas abiertas y con bastante prudencia. Por lo que mis expectativas para esta travesía eran simplemente quedar entre las cien primeras*. Pero eso sí, me apetecía mogollón, principalmente por ser en Pálmaces, sede del famoso triatlón del que todo el mundo habla con gran cariño, y por ser mi primera travesía a nado organizada.

Y ahí que madrugamos FósilMan y yo, para, al separarnos de la carretera principal, irnos adentrando en un pequeño y nuevo mundo de inmensa paz y paisaje precioso aún sin ser grandioso (lo cual le salva del turismo masivo, seguramente).

Para empezar, yo iba a nadar con el bañata oficial Aguaverde… pero estaba más pasado que la yenka, y ya no era por el espectáculo porno, sino porque aquello tenía pinta de embolsar varios litros de agua, así que menos mal que como mujer prevenida llevaba el bikini de competición en el maletero. FósilMan partió a lo suyo (la prospección paleontológica) y yo me sumergí en el ambiente con mis compañeros, empezando por Nuria y Ernesto y su amigo Luismi, siguiendo por Manu y familia y terminando por Gaizka. Reseño también el feliz encuentro con José Ángel y Mª Ángeles, de los Diablillos, con los que me tomé el preceptivo cortado con sacarina (al que me invitó el padre de Mª Ángeles como un milord) y que me llevaron de vuelta del pueblo a la zona e salida.
Primero salen los chiquis y demás gente de la prueba de 500 m. La preadolescente que ganó se los cascó en unos 7 minutines, y todavía le quedan tres o cuatro años para llegar a la mejor edad del nadador, la criaturita.


Bien, y allí estábamos ya los de los 2500 m con los pies en el fango y dieron la salida. Miré a mi alrededor: era la abuela de la categoría femenina y casi también de la masculina. Para empezar, me entró agua en las gafas en el ojo derecho. Eso me pasa cuando es la segunda colocación de gafas, o sea, cuando lo hago con la cara ya mojada, y es que me había tirado un ratillo antes para probar el agua. Tras un par de intentos desistí: a nadar con el ojo en remojo (la conjuntivitis del ojo derecho sólo me duró hasta el domingo por la mañana). Cogí la velocidad de crucero y a tirar. Como las boyas estaban puestas en línea recta y el tema era de ida y vuelta, vista una vistas todas, así que en seguida se podía tomar la referencia en la orilla opuesta, que era un grupo de árboles que destacaba bastante en la ladera pelada. Con toda la coña de las gafas me había quedado casi atrás del todo, así que fui remontando puestos poco a poco, pillaba unos pies, los superaba, pillaba otros, los superaba (incluidos varis seres humanos de esos con el bañador de nadador de élite, ya sabéis, de cuerpo entero), y así hasta quedar en un grupo de unas cuatro cinco chicas que iban a mi ritmo. Dos de ellas se adelantaron, y yo quedé hombro con hombro con una airosa joven. Literalmente hombro con hombro, porque ella insistía en empujar hacia la derecha; hasta que le dije “Amiga, amiga, las boyas quedan un poco más hacia la izquierda” y ella se rió y rectificó, aunque creo que derivó demasiado hacia ese lado. Así que quedé solita, un poco pasada la primera boya de las tres que había; y para cuando iba por la segunda, había alcanzado ese estado maravilloso de cuando sales a correr un rodaje largo y tranquilo, con esa higiene mental que procura, nadando súper a gusto (Ae ligero) y respirando cada tres brazadas, lo cual me permitía incluso ver el paisaje fugazmente y regocijarme en su belleza. Todavía de vez en cuando pasaba a alguien (Manu me gruñó al final de la prueba que le había pasado como un fuera borda). Así que cuando giré en la tercera boya iba tan relajada que pensé, cual de si una carrera popular se tratara, que debería apretar un poquillo. La referencia estaba clara, el brillo de los coches aparcados en la salida; así que fui acelerando un poco (Ae medio). Al superar la segunda boya vi dos gorros blancos algo más adelante (chicas) así que pensé, “¿Y si las alcanzo?” y efectivamente, cerca de la primera boya las cogí, pero en ese momento vi otro gorro blanco otro poco más allá, y dije “¿Y si a esa también?” y allá que fui, pero para luego mantener la ventaja había que apretar otro poquito (Ae intenso hasta la orilla). Ya al acercarme a meta aumenté la batida de piernas para poder correr bien hasta el arco; nada, ni de coña, salir del fanguillo era bastante heavy, pero no importó, ahí fue cuando oí al público animarme por mi nombre, y eso siempre mola (es lo único malo de las travesías a nado, que me falta el calor de mi público :-D). Anunciaron que fui la sexta, lástima porque las cinco primeras se llevaban premio y trofeo; pero eso qué importa. Lo cierto es que lo pasé fenomenal. Disfruté cada momento de la travesía, con ojo inundado o sin él. Nadé como nunca había nadado, ni siquiera en un tri, en el que siempre tienes que guardar algo para todo lo que queda. Me reencontré con la competición, pero en ambiente popular, como una carrera cualquiera, casi un descubrimiento como cuando empecé a correr. Y lo hice muy bien. Me encantó encontrar a mis compañeros en la meta, y sobre todo a FósilMan, al cual lo suyo no se le había dado tan bien (un trompico y un canto en el que se medio adivinada una chirla), que estuvo allí para hacernos unas fotos.


Luego me di una vuelta con él por el frente del embalse; Dios, qué peazo sitio, los que nunca hayáis pasado de la caseta de la hidroeléctrica (y encima con la lengua afuera, durante el tercer segmento del triatlón) os estáis perdiendo algo bueno. Verdaderamente. Pero como se acercaba la hora de la paella y de la entrega de trofeos, nos volvimos al pueblo. Allí pude comprobar que, de las cinco grandes nadadoras que me precedieron, la mayor no superaba los veinticinco; ¡lástima de categoría de veteranas que no había! No me importa; no sólo había cumplido mis expectativas, sino que las había superado ampliamente, y no ya simplemente por mi actuación, sino por todo el ambiente y el paisaje que lo rodeó.

Si queréis disfrutar de una travesía a nado, os la recomiendo.

domingo, 3 de agosto de 2008

Travesía San Ginés - Isla Plana (Cartagena)

Aprovechando que mi amigo Pascual estaba pasando unos días en La Azohía, cerca de Mazarrón, decidimos quedar para hacer una bonita travesía a nado. De hecho, Pascual y yo nos conocemos de compartir clase de natación. En principio, la íbamos a hacer al revés, desde Isla Plana hacia San Ginés, en la Azohía, pero alguien nos dijo que por la tarde, a la hora que pensábamos partir, tendríamos la corriente en contra. Así que invertimos el sentido.
La tarde estaba buena para nadar. Hacía bastante calor, y el mar, que por la mañana había estado levemente picado (tampoco nada que nos hubiera hecho desistir) estaba algo más calmo. Había un mínimo de olitas para no aburrirse, si acaso. Dejamos primero un coche en Isla Plana, y con el otro nos desplazamos al punto de partida, la playa de San Ginés, cerca del puesto de vigilancia. Provistos únicamente del bañador, las gafas de natación y en mi caso, de una especie de sandalias de windsurf del Decathlon, y con las llaves de los coches bien sujetas al bañador, entramos en el agua.
Lo primero que comprobamos es que al elegir el sentido del nado habíamos tenido en cuenta la corriente, pero no el sol, que nos daba directamente de frente, dificultando mucho la toma de referencias. Bueno, la vida es así. También la vista era más bonita en sentido contrario, pero nadando tampoco se tienen muchas oportunidades de disfrutarla. Lo que sí era bonito en cualquier caso era el fondo, mezcla de pradera de posidonia con arrecife y arena. Se veían bastantes bancos de talpas y castañuelas, haciéndolo más ameno. Pero con frecuencia eso nos obligaba a culebrear mucho, ya que a veces no había calado suficiente entre las rocas para bracear, y además a Pascual no le gusta mucho la sensación de la posidonia rozándole la tripa, jeje...
Pasado un tiempo, y ya habiendo calentado, Pascual intentó que nos diéramos relevos, pero me temo que cuando yo iba delante el tenía que recurrir bastante a la braza, y en cambio, yo era incapaz de mantener su estela cuando me tocaba detrás. Se ve que el tío le ha dado a la piscina esta primavera, el cabroncete llorón. En cualquier caso, yo iba suave y tranquila, y bastante bien orientada, sin zigzagueos. Sé que tiendo a irme levemente hacia la derecha, pero no hubo problemas. La recalada a mitad que se observa en la foto aérea (tomada de Google Earth) fue porque las hijas de la novia de Pascual al parecer habían estado jugando con sus gafas, y le estaba entrando agua, así que tras un par de intentos de ajustarlas en aguas profundas, nos tuvimos que acercar donde él hiciera pie. Yo paré el cronómetro, pero no me puse en pie porque me parecía levemente trampa :-).
Y así transcurrió la travesía, muy apacible. Evité un sedal en un momento, en otro una moto de agua pasó un poco más cerca de lo que nos hubiera gustado... pero bien en general. Una vez ya caliente, se me suele meter en la cabeza, al igual que cuando corro, una especie de ritmillo-salmodia en la cabeza que acompaña mi brazada, y al mismo tiempo empieza esa sana divagación de pensamientos que se tiene también en la carrera a pie...
La playa de Isla Plana estaba algo más revuelta de arena, y con el agua caliente y oliendo a bronceador, pero eso fueron los ocho últimos minutos. En cuanto hice pie paré el cronómetro: una hora y un minuto. Días más tarde he medido la distancia en Google Earth: salen unos 2500 metros (50 arriba o abajo), según la línea que se aprecia en la foto. Teniendo en cuenta lo poco que le he dado últimamente a la natación, por mi sobrecarga en el hombro, que iba a ritmillo cómodo (hubiera podido seguir aún un buen rato) y que llevaba mis sandalietas, creo que está bien. Sin más pretensiones. Con ello además me pude convencer de que sí estoy para hacerme la travesía de Pálmaces y el hombro me va a aguantar. Pero lo que de verdad cuenta es lo a gusto que estuve y lo bien que me sentí después del esfuercillo, y mola además nadar en buena camaradería con mi amigo Pascual. Lástima que no tengamos foto finish :-)