miércoles, 5 de marzo de 2008

No va de triatlón

Tenía pensado haber escrito de muchas cosas. Tenía pensado haber contado el Du de Rivas y reflexionado sobre él; tenía pensados un par de temas milenaristas para el otro blog; pero, mira por donde, hoy estoy de bajón y paso de todo, menos de mis gatos. Estoy estresadísima en el trabajo y otros ámbitos y me duelen todavía los piramidales y los glúteos en su inserción en la zona sacra. Y entonces, fruto de rayaduras absurdas, llego a conexiones acerca de si la peña me quiere o me acepta por lo que soy o por lo que hago por ellos, si hago mucho, hago poco, o en definitiva puedo y quiero hacer o no lo que me de la gana. Y como este es mi blog y pongo lo que quiero, pues vuelvo a hablar de mis gatos.

Hay gente a la que no le molan los gatos porque dicen que siempre van a lo suyo. Tienen razón. Es que son gatos, y van a lo suyo. Y por eso son fundamentalmente sinceros y muy suyos. También los perros, pero al modo perro.

Cuando llego a casa, los gatos me esperan en el recibidor, por tres motivos muy interesados:
  1. Tienen hambre y quieren comida
  2. Tienen sed y quieren agua limpia
  3. Llega la jefa y quieren cariño y mimos

Muy bien. Para eso están los gatos. Yoshi hace caballitos para que le acaricie; Louise se frota contra los muebles y me pone caritas cómplices; Thelma chilla; y Morcillas se digna dejarse caer por ahí para ver qué se cuece. Es lo que yo espero de ellos; es lo que ellos esperan de mi.

Si no hay comida, ni agua, ni mimos por cualquier circunstancia, no importa. Yoshi y Louise, y seguramente Thelma, me pedirán cariño y vendrán al sofá conmigo al cabo de un rato; y si entro al trapo y les rasco o acaricio, me hociquearán o lavarán un poco. Y si ven que me muevo, insistirán en lo del agua y la comida. Es un toma y daca muy interesado. Yo les doy comida, ellos me dan cariño, si a ellos les apetece y cuando les apetece; lo mismo con la bebida y las caricias. Pero es que les suele apetecer. Hasta la mala de Morcillas a veces se deja acariciar bastante rato, y echa maulliditos de gusto.

Eso es lo que yo espero de los gatos; eso es lo que esperan de mi. Tarde o temprano, y normalmente es más temprano que tarde, las cinco partes lo obtenemos; y por eso, con frecuencia mis gatos me miran y me sonríen, y yo les miro y les sonrío. Vale, supongo que somos bastante gilipollas y bastante babosos. OK. A nosotros nos mola. Y vamos a seguir intercambiando feromonas.

4 comentarios:

Ishtar dijo...

Pues a mi no me gustan los gatos. Y no sólo no me gustan, sino que generalmente me dan miedo. Puede influir una historia que me contaron de pequeña de uno que fue a echar mano de un cachorrín que encontró en un local vacío y lo que se encontró es a la madre enfurecida arañándole los ojos y dejándole ciego.

No sé, el caso es que me dan miedín... y, nunca nunca les miro a los ojos.

Donde esté un buen perro, tan dóciles, tan fieles, tan cariñosos... ;-))

Besicos!
Besicos!

Nutria dijo...

Pues si vieras la foto de mi gata Morcillas... ¡con esa sí que te vas por las patas pabajo, y no con el hierro! :-D
Los gatos son también un poco como los guagüis: lo que reciban, dan. Y esa gata en realidad no era más que una madre que vió un depredador que buscaba a su cachorro. Hizo lo que debía... según sus reglas, claro, aunque yo lo lamento mucho por el pobre señor que quedó ciego.

newton dijo...

Mis gatos son la caña de España y, en general, hay que conocerlos. Son bichos que devuelven muucho cariño pese a la fama que tienen de "ir a lo suyo". Concha que soy newton, que te leo yo tb jejejej

Serfinisher dijo...

Hola Concha, encantado de descubrir un poco de materia en el blogespacio. Voy a leer la cara B y despues vuelvo.

Pd: yo tb he sido apodado "nutria" pero es otra historia...