jueves, 10 de diciembre de 2009

Interludio felino

Normalmente, cuando llego a casa, mis gatos hacen mis delicias saliendo a recibirme entre suaves maullidos y arremolinándose a mis pies. Sin embargo, ayer, cuando llegué a casa, sólo faltaban los cardos corredores rodando por el recibidor.
Mal presagio.
Me adentro hasta el salón, y ni un alma (los gatos tienen alma, para el que no esté al corriente). Eso sí: hay una silla derribada en el suelo. Hummmm... Me agacho a comprobar la caseta de Thelma (bueno, disputada entre Thelma, la paria de la tribu, y Morcillas, la individua dominante).
Acurrucado en el fondo de la caseta, que JAMÁS había usado, se encuentra Yoshi. Yoshi y algo más: es una bolsa de plástico. Una rápida comprobación, y veo que el ínclito felino, que la verdad nunca se ha distinguido por su preclara inteligencia pero sí por su afición a lamer bolsas de plástico

(pero es muy buen chaval, oyes)

tiene un asa de la bolsa abrazando amorosamente su cuerpo: el h.p. se ha liado con una bolsa, no ha sabido desembarazarse de ella, y ha corrido presa del pánico por toda la p**a casa "perseguido" por tan persistente enemigo. Hasta refugiarse con él en la casetita. Qué ricos son los gatos. Bueno, se la quito mientras Yoshi, con las pupilas dilatadas por el horror (imaginaos, ser devorado por una bolsa del AhorraMás) se resiste débilmente.

Bien. Primer problema solucionado. A ver. ¿Dónde anda Thelma?

Thelma está simplemente escondida tras la puerta de la cocina. Como no es la gata más valiente del pueblo que digamos, eso es bastante normal. Sigamos. Falta Morcillas.
La llamo. Nada de nada. Registro la casa. Ni rastro. Aquí indico al lector que la probabilidad de que un gato pueda salir de mi humilde morada es infinitesimal. Miro arriba de la librería del salón, donde Morcillas (y ella lo sabe) tiene estrictamente prohibido subirse, ya que para hacerlo ha de trepar por el reloj del abuelo y lo jode. Allí no se la ve. Voy barruntando la posibilidad de abrir una lata de güiscas de ese, que es como el convocador mágico de gatos, pero algo me está diciendo que no es el momento de otorgar premios. Se me cruza por el magín la posibilidad de que Fósilman, ese gran hombre pero que tiene así como un pronto, la haya tirado por la ventana ante algún crimen previo... pero se que en el fondo no sería capaz, por más que amenace con ello de cuando en cuando. Sigo llamando, como cuando voy a brir una latita, no obstante. Oigo unos débiles gemidos... ¡en lo alto de la jodida librería! donde la Puerca (sospechamos que Morcillas es la gata del Maligno) antes se había pegado al fondo como un maldito chicle aplastado para que no la pillara. Efectivamente: ahí asoman unas orejas negras y unos ojos amarillos. Cojo el escalín y procedo a la operación bajada. Por cierto: a la Puerca, subir se le da de p.m., pero al bajar se va por las patas pa abajo. Así que normalmente hay que bajarla. Ah, pero tampoco lleva ni medio bien que la cojas en brazos, y menos estando tan arriba.

Lo del Angel Cristo son mariconadas. La agarro. Maúlla que casi aúlla. Tiro. Se engancha a la madera como una garrapata, la cabrona. Afortunadamente, el escalín aguanta firme, porque estoy en el escalón más alto. Meto la mano más adentro para pillar las patas traseras. Morcillas comienza a bufar y tira un zarpazo. Acierta, ya que preguntáis. Yo la bufo más. Ella transforma el bufido en rugido. Yo gruño con toda la potencia de mi garganta. Ella entretanto ha tirado más zarpazos y algún bocado. Con notable éxito. Yo empiezo ya a cagarme en todo el santoral católico. Por fin la agarro, y durante el transporte aéreo, Morcillas sigue emprendiéndola con mi ya sangrante anatomía. Así que la cojo de la piel del pescuezo y le propino una serie de azotes que son recibidos por la interfecta con el equivalente en gatonés de los más barribajeros insultos. De acuerdo, Nacho: esto no es educación proactiva. Lo sé. Pero hay momentos en la vida de una mujer en que hay que proceder a la educación represiva. Por ejemplo, en defensa propia.

Resultado de la batalla, heridas aparte (mías, que la Puerca está ilesa): Thelma y Yoshi acojonados, refugiados donde han podido ante la que estaba cayendo y por si se escapaba alguna, con las pupilas como monedas de dos euros y temblorosos. Morcillas, acojonada también al principio, escondida por ahí.

A mi de repente se me pasa el subidón de adrenalina y me dedico a acariciar y a tranquilizar a Thelma y a Yoshi, que no han tenido la culpa. Pero a Morcillas no, que se ha portado fatal. Me pongo a hacer la cena, y la Puerca se asoma tímidamente al olor de la carne cruda a mendigar, como suele. Con la voz y el gesto le doy a entender que va de culo. En vista de lo cual, tengo a una gatita con el corazón destrozado, mirándome el resto de la tarde con los grandes y redondos y cara de enorme contrición (sí, los gatos saben poner gestos) y grandísima pena... aguanta Nutria... recuerda esos zarpazos... miaaaaauuuu... lárgate puerca...

¡Me cago en mi vida! ¡Ha vuelto a llevarme al huerto!

3 comentarios:

txapelduna dijo...

Puerca 1 = Nutria 0

Si es que eres una floja ... ya lo digo yo

txapelduna dijo...

Puerca 1 = Nutria 0

Si es que eres una floja ... ya lo digo yo

Nutria dijo...

Priiiimaaaa... es que la Puerqui me tiene cogida la medidita. ¿Tus "katxorros" no intentan lo mismo contigo? :-D