martes, 9 de septiembre de 2008

Y así ha ido transcurriendo el verano...

...entre nadadita y nadadita. La verdad es que ha habido poca piscina; me cronometré a la semana siguiente de Pálmaces un 3.000, por si me animaba a la marnatón; pero lo que me disuadió no fue el discreto tiempo de 1:01, sino que realmente acabé casi con pájara, lo cual que la marnatón es factible... pero el año que viene. Si Dios quiere, porque la verdad es que en piscina de 25, los virajes todavía me siguen molestando. En piscina de 50, por la menor frecuencia, no tanto.
Aún así, he ido varias veces a remojarme a algún pantano. Al de San Juan no mucho, por la diversa fauna bípeda que se dedica a su empuerque sistemático, y porque la verdad que ya lo tengo un poco visto. Recalé un día en su cola, el Puente Nuevo, y ahí estaba más limpio, pero para que la a Nutria le costara decidirse a entrar, ya tenía que estar frío. Me decidí, sin embargo (genio y figura hasta la sepultura), pero sin neopreno y con la corriente del Alberche todavía muy notoria a esa altura, un par de embatidas de orilla a roca y de roca a orilla ya justificaban el paseo.
A finales de agosto, la habitual incursión con Fósilman en el Teruel profundo. Hay algunos detalles en el blog de la culebra; aquí en otro tono, reseñaré la enormemente satisfactoria excursión que hicimos a lo largo del río Martín. Nos cruzamos con demasiada gente para ser martes (una pareja), aunque era agosto; por unos sitios apelotantes. El trayecto discurría por un cañón de mediana anchura e impresionante paisaje, y obligaba, si se quería disfrutar de verdad, a vadear el río con frecuencia. Cuando ya la ruta proyectada nos sacaba del cañón y nos alejaba del río, acordamos separarnos; yo volvería atrás a por el coche, desandando lo andado, y Fósilman continuaría hasta nuestro pueblo de destino.
No sé. Igual soy rara, pero ahí fui feliz. Feliz como cuando tenía once años y cada excursión te descubría un mundo. Y es que vive Dios que me gusta andar sola por ahí, explorando, bañándome en los ríos, sin ningún otro ser humano en varios kilómetros a la redonda. Y además, estaba bien tener una misión que cumplir: tenía que ir luego a rescatar a mi chico. Y aunque en la rápida marcha que adopté notaba cómo se me iba cargando la cadera mala, fui feliz. Con el poco deporte que he hecho desde abril, la marcha de ese día, de algo más de tres horas netas, me dejó cansadísima; pero, oh, descubrimiento, al día siguiente tenía la cadera casi como nueva. Mira tú.
El aterrizaje de nuevo en la civilización: atroz lo describe pálidamente. Si algún día dejo de dar señales de vida, no me busquéis, porque estaré en un lugar que no existe.
Bueno, pero para compensar, está la última nadadita, 40 minutitos, como suelo, por el Charco del Cura esta vez. No siendo día festivo en la provincia de Ávila, no había apenas gente, y aquí dejo constancia de que la gente de El Tiemblo es extraordinariamente limpia, y tienen la orilla de su embalse pulcra como, me temo, no la tenían los pescadores del embalse de Teruel por cuya orilla paseé. La nadada fue muy bonita. Como he vuelto a la respiración bilateral, que me carga menos el hombro, entreví bastante el paisaje; lo cual me animó luego a hacer una corta excursión, de como hora y media, por la orilla. La pata me dolía aquí y allá, pero luego a las mañanas siguientes me levanto bastante bien, lo que me ha llevado hoy a hacer otra excursión, desde la Herrería, a la altura de la Fuente del Triángulo, a Zarzalejo y vuelta, comiendo en Zarzalejo. Y también me dolía la pata; pero de este tema se hablará en una próxima entrada.

2 comentarios:

newton dijo...

¿Dónde te metes?, esperaba encontrarte en alguna de las quedadas globeras. A ver si te dejas ver.

Er Newton

Nutria dijo...

Me meto intentando recuperar la lesión, compañero... Así andamos aún. Ya contaré. ¿Y tú, futuro padre?